"El objetivo es preservar Menorca Talayótica para las generaciones presentes y futuras"

ImatgeCipriano Marín es uno de los mayores expertos del mundo en desarrollo sostenible insular. Coordinador de programas de la UNESCO como Starlight, RENFORUS y Biosphere Smart, ha encabezado numerosos proyectos de innovación relacionados con el turismo sostenible y la ecología. Entre 1992 y 2005 fue el máximo responsable de INSULA (International Scientific Council for Island Development-UNESCO), englobado en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Su historia con Menorca se remonta a la declaración como Reserva de la Biosfera en 1993, de la cual fue uno de sus promotores. Ahora también participa en la consecución de otro hito histórico para la isla, ya que desde 2017 coordina el equipo encargado de reformular la candidatura de Menorca Talayótica a Patrimonio Mundial de la UNESCO.

• Usted ha dicho alguna vez que una isla lo es precisamente por su cultura, que los insulares tienen la sensación de ser otro universo. ¿La cultura talayótica es lo que hace isla a Menorca?
Es verdad y no lo digo yo. En 1992 la Cumbre de la Tierra vaticinaba que las islas son un caso muy especial para el desarrollo sostenible, ya que albergan una inmensa cantidad de ecosistemas y especies endémicas, así como una extremada diversidad de culturas diferentes y singulares adaptadas al hecho insular. De esta forma, podemos entender que el binomio naturaleza-cultura es el pilar sobre el que se construyen los cimientos de la insularidad. En estos términos, no todos los territorios rodeados por mar deben ser considerados como auténticamente insulares. Este sería el caso de Japón, donde no podemos decir que en sus principales islas se haya desarrollado precisamente una cultura netamente insular, a diferencia de muchas otras de las 7.000 islas de este archipiélago; o de Nueva Zelanda, islas tan grandes como las centrales de Japón, cuyos habitantes se autodenominan auténticos insulares, orgullosos de sus raíces maoríes.

La mayoría de los insulares del planeta están extremadamente orgullosos de su isla y de su cultura local. Sin embargo, no solemos ser conscientes que formamos parte de un universo de más de 100.000 islas, habitadas al menos por 500 millones de personas. Por ello, en un mundo global cada vez más plano resulta esencial preservar la enorme fuerza conjunta de la diversidad insular, que incluye la diversidad natural y cultural. Y esto tiene mucho que ver con el marco global en el que se presenta la candidatura de Menorca, entendiendo el patrimonio talayótico como un componente representativo y excepcional de la herencia de las culturas insulares del planeta. 

Con esta visión, creo que podemos afirmar que los antiguos moáis hacen aún más isla a Rapa Nui en términos culturales, de la misma manera que la gran base aeronaval hace menos isla a Guam por muy aislada que esté en el Pacífico. Siguiendo esta idea, la pervivencia de los restos de la cultura talayótica no solo hacen más isla a Menorca, sino que además son un elemento aglutinador de su poderosa identidad cultural. Podríamos definirlos como el pegamento de la historia de la isla a través de los tiempos.

• Una odisea ciclópea insular es el lema del nuevo expediente de la candidatura de Menorca
Talayótica, ¿por qué decidieron darle ese toque épico?alt text

Al margen de la rigurosidad técnica y científica necesaria, nada impide que el relato de una candidatura sea vibrante y en ocasiones emotivo o poético. Hay que recalcar que un expediente de candidatura a patrimonio mundial no solo va dirigido a los expertos de ICOMOS (International Council on Monuments and Sites) o de la IUCN (International Union for Conservation of Nature) que analizan y evalúan la propuesta, sino que se dirige a toda la comunidad internacional. Por eso, a la hora de comunicar el mensaje hemos decidido incluir expresiones que también lleguen al alma de la gente y no solo a los estudiosos de las distintas materias que aborda el expediente.

Sobre el lema “una odisea ciclópea insular”, creo que no es necesariamente grandilocuente, sino que se ajusta bien a lo que conocemos. Estamos hablando de una cultura que construyó multitud de estructuras ciclópeas en un reducido territorio insular del Mediterráneo. Pero si solo tomáramos como referencia los centenares de talayots distribuidos por toda la isla de Menorca, es indudable que, para una comunidad humana tan pequeña y con tan escasos medios, se trató de un esfuerzo colosal incomparable. No es en absoluto exagerado hablar de una auténtica odisea de la piedra. Creo que también es una expresión que rinde tributo a aquellas comunidades y refuerza el carácter netamente insular de la propuesta.

• Desde 2017 usted coordina al equipo que ha reformulado la candidatura, ¿ha sido una odisea lograrlo? ¿En qué ha cambiado?
En lo que se refiere al tiempo de realización, creo que ha sido una auténtica odisea conseguir finalizar el actual expediente en los plazos que nos habíamos marcado. Hemos de considerar que las candidaturas a Patrimonio Mundial se han vuelto infinitamente más complejas y exigentes en la última década, y los plazos de desarrollo son mayores que el tiempo empleado en esta propuesta. Esto hubiera sido imposible sin el tremendo esfuerzo colectivo del gran equipo que ha participado en esta reformulación y el decidido liderazgo del Consell Insular a todos los niveles. Tampoco se hubiera logrado sin la cooperación permanente entre las distintas administraciones, empezando por el apoyo del Govern de les Illes Balears e incluyendo el papel proactivo del propio Ministerio de Cultura. Cuando todos reman en la misma dirección es más fácil conseguir el objetivo. También es indiscutible que contar con los cimientos de la anterior propuesta ha sido una ventaja importante.

El aspecto más llamativo de la nueva candidatura es que ahora no se trata de una serie de monumentos aislados representativos de esta cultura, sino que se propone un bien seriado constituido por nueve unidades territoriales que integran las mejores representaciones de las construcciones ciclópeas y los excepcionales paisajes asociados con los que establece una relación armónica y simbiótica.

La nueva candidatura aporta también elementos novedosos como la dimensión astronómica de determinados monumentos y la vigorosa relación de esta cultura con el cielo. Igualmente, en su formulación se ha afinado mucho el relato de un proceso cultural divergente de una cultura insular en la prehistoria, que crea expresiones únicas en relación con su entorno balear y mediterráneo.

Otro de los aspectos que más se ha reforzado es el análisis comparativo. Debemos recordar que para que un bien sea inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial, no solo debe demostrar la excepcionalidad y singularidad del mismo y sus elementos, sino que contribuya a que la lista sea más representativa. Es decir, que la propuesta sirva para rellenar huecos que completen el gran legado cultural de la humanidad. Y esto se demuestra a través del análisis comparativo con otros bienes inscritos o no inscritos. En este sentido, estoy convencido de que se ha aportado un relato convincente del nivel de representatividad de las expresiones de esta cultura insular en el marco del Mediterráneo y de las islas del mundo, recordando una vez más la escasa representación de la prehistoria de las islas en la Lista de Patrimonio Mundial.

Finalmente, indicar que la nueva propuesta ha fortalecido y presentado un Plan de Gestión muy detallado y convincente, que parte de una diagnosis exhaustiva del estado de conservación.

• ¿Para usted, cuáles son los atributos que hacen excepcional esta candidatura?
Pues lógicamente, son en esencia los mismos que sustentan nuestra propuesta de Valor Universal Excepcional para Menorca Talayótica. Además de algunos aspectos que ya he mencionado, en primer lugar destaca la extrema cantidad y densidad de yacimientos prehistóricos de todo tipo que han sobrevivido en Menorca. A ello se suma la diversidad de expresiones presentes, tanto funerarias como habitacionales o defensivas, incluyendo obras hidráulicas y minería. Por cierto, con un nivel de protección inaudito en relación con otros territorios, la isla BIC como bien le gusta decir al conseller Miquel Maria Ballester. Esta extrema densidad y diversidad de vestigios del pasado permite conocer en detalle la evolución de esta cultura, y hacen del bien propuesto una ventana excepcional a la prehistoria, un auténtico libro abierto donde leer el pasado de una odisea insular.

En segundo lugar, la propuesta defiende que, a pesar de sus limitados recursos, aquellas comunidades humanas fueron capaces de generar obras ciclópeas excepcionales, únicas y exclusivas de esta isla, como es el caso de las navetas funerarias, las monumentales casas circulares o los irrepetibles los santuarios de taula. Junto con los singulares talayots menorquines y el colosal esfuerzo que supuso su construcción, constituyen los principales atributos arquitectónicos que transmiten el valor del bien propuesto. Considerando por añadidura el valor excepcional en el marco de la astronomía cultural de algunos de estos monumentos.

En tercer lugar, hay que considerar que estos monumentos han marcado indeleblemente el paisaje de la isla durante los últimos 3.000 años y han convivido con generaciones de menorquines a lo largo de su historia. Pero lo más significativo es que se insertan hoy en un paisaje extraordinariamente bien conservado que caracteriza al tradicional agroecosistema menorquín. En este singular paisaje en mosaico se despliega la increíble malla de pared seca que arropa los vestigios del pasado, manteniendo el espíritu de los sitios arqueológicos. Y lo más destacado es que se trata de un paisaje vivo y vivido, a diferencia de la mayoría de lugares arqueológicos. Estamos así ante uno de los paisajes arqueológicos y monumentales más ricos y singulares del planeta en términos comparativos.

alt textUna carrera de fondo

• Estamos ya en plena carrera por la nominación. Entregado ya el expediente en París, ¿qué nos espera a partir de ahora?
Aunque preparar el expediente final de nominación, con todos los pasos que se han conseguido hasta hoy, haya sido la tarea más compleja y larga, todavía queda un buen trecho de camino por andar. El Ministerio de Cultura remitió a finales de enero el expediente definitivo al Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO en París. A partir de este momento, la propuesta comienza a ser analizada por el Panel de Expertos de ICOMOS y, eventualmente, por expertos de la IUCN. Durante este proceso de análisis se puede recurrir incluso a informes de expertos independientes.

Teniendo en la mano las primeras conclusiones del Panel de Expertos, en otoño del año en curso se produciría la misión de evaluación in situ. La función de esta misión es comprobar sobre el terreno la consistencia de lo propuesto, así como analizar detalles, disconformidades y aspectos específicos del expediente, además de recabar información suplementaria. Antes de final de año, ICOMOS emitirá un informe intermedio y posteriormente mantendrá una reunión con los responsables de la candidatura en su sede de París. El informe definitivo de ICOMOS no se conocerá hasta un mes antes de la celebración del Comité del Patrimonio Mundial, que está previsto que se celebre en Kazán (Rusia) entre junio y julio de 2022. Por último, serán los representantes de los estados miembros del Comité del Patrimonio Mundial los decidan sobre la inscripción en esa sesión, siempre considerando las recomendaciones de ICOMOS.

Digo esto en condicional, ya que todas las previsiones de plazos pueden variar en función de la pandemia. De hecho, en 2020 el Comité no pudo reunirse en China, como estaba previsto. 

• ¿La inclusión de Menorca Talayótica en la Lista de Patrimonio Mundial es un fin o un medio?
Siempre he dicho que el objetivo de una nominación no puede ni debe ser exclusivamente el obtener la inscripción en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Por muy prestigioso que sea este reconocimiento, debe ser considerado como un medio más en el proceso de salvaguarda de este legado excepcional. El objetivo fundamental es preservar Menorca Talayótica para las generaciones presentes y futuras. Se trata más de asumir y reconocer esta responsabilidad que de obtener un título.

Se consiga o no la inscripción, debemos considerar que lo importante es que el propio proceso de inscripción ha permitido sentar las bases de una estrategia sólida y a largo plazo para preservar este patrimonio común. Una estrategia que se sustenta en el reconocimiento de los propios menorquines como garantes de su patrimonio, y que permitirá aumentar el valor y la percepción que del mismo tengan los visitantes.

Simplificando y salvando las evidentes diferencias, más bien compararía una nominación con las certificaciones de excelencia que están tan de moda. Lo significativo de una certificación para una actividad o una empresa no es solo obtener el label, lo importante es el mantenimiento de los procesos de mejora continua que permiten conservarlo y avanzar en la excelencia de productos y servicios.

• ¿Cómo puede influir una posible declaración de Patrimonio Mundial en el desarrollo sostenible
de la isla?alt text

Quisiera recordar que hace ya más de dos décadas, la declaración de Menorca como Reserva de la Biosfera contemplaba algo novedoso por aquel entonces. Menorca no fue solamente la primera isla que apostaba por integrar la totalidad del territorio como Reserva de la Biosfera, sino que además postulaba que el patrimonio cultural de la isla, en especial el prehistórico, constituía un elemento clave del desarrollo sostenible. Esto afirmaba Menorca justo antes de que, por primera vez, la Cumbre de la Tierra de 1992 acuñara definitivamente el término de “desarrollo sostenible”. Recuerdo perfectamente que esto causó gran controversia en el Programa MaB de la UNESCO, ya que por aquel entonces “desarrollo sostenible” era sinónimo exclusivo de medio ambiente y áreas protegidas. Si se hablaba de cultura y patrimonio era solo para mencionar a las poblaciones indígenas de territorios remotos. Por aquel entonces, medio ambiente era una cosa y patrimonio cultural otra bien diferente.

En este sentido, entiendo que la eventual incorporación de la Menorca Talayótica a la Lista de Patrimonio Mundial no hace más que poner la guinda al pastel de un concepto pionero de isla y sostenibilidad que se fraguó en los años noventa. Menorca se adelantaba en veinte años a la política actual de la UNESCO, que considera el patrimonio cultural como una piedra angular del desarrollo sostenible, y que además se contempla en los actuales Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Dicho esto, cuando se habla del impacto de una declaración de patrimonio mundial en el desarrollo de un territorio, lo más frecuente es recurrir al tópico de los beneficios derivados de un mayor poder de atracción para los visitantes, es decir, del incremento de turistas. Pero este no es exactamente el caso de Menorca. Menorca es y ha sido un destino turístico consolidado, y todos esperamos que lo siga siendo tras la pandemia, con una estrategia clara de sostenibilidad. En este contexto, lo que sí se podría afirmar es que la puesta en valor del patrimonio talayótico y su eventual inscripción en la lista, podría redundar en el fortalecimiento de la dimensión del turismo cultural, en una mayor cualificación y diversificación de la experiencia turística, y en una mayor desestacionalización. Factores todos ellos importantes en términos de sostenibilidad del destino.

En cualquier caso, es indudable que si Menorca Talayótica se inscribiera en la Lista de Patrimonio Mundial, formaría parte de este exclusivo club de sitios de la UNESCO. La inscripción tendría un efecto palpable en el posicionamiento e imagen de la isla a nivel internacional en términos de sostenibilidad y responsabilidad patrimonial. En el mundo actual, este valor intangible es extremadamente valioso y repercutiría en todas las áreas de actividad. Por último, no debemos olvidar que tanto los sitios del patrimonio mundial como las reservas de la biosfera de la UNESCO son territorios llamados a trabajar en red, lo que brinda enormes posibilidades de cooperación efectiva. Es decir, se trata de compartir para competir y posicionarse estratégicamente, tanto en términos de sostenibilidad como de conservación del patrimonio.

 
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