Menorca Talayótica

El medio físico y la situación de Menorca
Menorca es un pequeño territorio de poco más de 700 km2 situado en medio del Mediterráneo occidental. Es la más oriental del archipiélago balear y la isla mediterránea más alejada de las costas continentales. De hecho, se encuentra a unos 200 km de la península Ibérica -la distancia más cercana con el continente-, a unos 320 km del norte de África, aproximadamente a 350 km de la isla de Cerdeña, a un mínimo de 370 km del sur de Francia y a una distancia mínima de la isla vecina de Mallorca de 35 km.

mapa dispersio jaciments La isla se divide en dos zonas geológicas claramente diferenciadas. La mitad sur está formada por calcarenitas miocénicas que, por su gran porosidad, hacen que el agua de lluvia se filtre con facilidad hacia el subsuelo. Esta zona se caracteriza por su relieve plano y monótono, sólo interrumpido por los numerosos barrancos que la atraviesan y que desembocan en las calas del litoral sur, en los que se concentran las reservas de agua más importantes de la isla y que se convierten en verdaderos vergeles y fuentes de recursos naturales.

La otra mitad es el norte de la isla, zona constituida por materiales geológicos mucho más antiguos, paleozoicos, triásicos y jurásicos, que se diferencian de los del sur por que retienen el agua de lluvia en la superficie y forman una cantidad destacada de zonas húmedas estacionales durante los meses más lluviosos. Esta circunstancia, a la que se añade el persistente embate del viento y la elevada salinidad, sobre todo en la costa, a la que está sometida la zona, no favorecieron el desarrollo de la agricultura y la ganadería hasta la época moderna cuando, con el objetivo de ampliar las zonas de cultivo y de pasto, estos humedales se comenzaron a drenar.
 

Así pues, la lejanía y la limitación de los recursos naturales que ofrece Menorca podrían haber contribuido a retrasar la llegada de los primeros pobladores y la colonización humana de la isla, la cual, cuando se produce, queda condicionada por su división geológica. De hecho, hay una mayor concentración de asentamientos humanos prehistóricos en la mitad sur, más favorable y con mayores recursos naturales al alcance para el desarrollo de la actividad humana, que en la mitad norte.

Primeros pobladores Período Naviforme Período Talayótico Período Talayótico Final Época Romana Menorca Vándalos y Bizantinos Época Islámica Cronología general Edad de bronce Edat del hierro Edad antigua Edad media Época de las construcciones ciclópeas de Menorca

Los primeros pobladores

Imatge La llegada de las primeras comunidades humanas en las Islas Baleares es más tardía que en el resto de las islas mediterráneas, y se sitúa en el tercer milenio aC, en la edad del bronce inicial. Los primeros pobladores que colonizan Menorca tienen rasgos comunes con los que se instalan en la isla de Mallorca y en las Pitiusas, así como con las culturas del área pirenaica oriental y el Languedoc, de donde posiblemente proceden. Sin embargo, la insularidad propicia un proceso de diferenciación cultural que, a lo largo del segundo milenio aC, aleja la cultura de Menorca y Mallorca de la de Ibiza y Formentera.

Mientras que las comunidades humanas de las dos islas mayores comparten buena parte de sus rasgos principales hasta finales del segundo milenio y el inicio del primer milenio aC, en la edad del bronce final, es a partir de este momento que Menorca empieza a desplegar unas características propias, claramente diferenciadas de la isla vecina, que se acentúan en la segunda mitad del primer milenio, en las fases finales de la edad del hierro, convirtiéndose en una cultura única y de una marcada personalidad.
La primera población humana estable de Menorca se enmarca en las corrientes culturales propias de la Europa occidental del tercer milenio aC, la cual tiene en el megalitismo, la construcción con grandes piedras colocadas verticalmente, su rasgo más visible. La evidencia material más antigua de ocupación de la isla son ciertos tipos de construcciones de carácter funerario que encontramos en todo el territorio isleño, concretamente el dolmen o sepulcro megalítico, el hipogeo de planta alargada excavada en el subsuelo rocoso y el paradolmen o cueva natural con corredor megalítico construido. Todas estas construcciones son tumbas colectivas de pequeñas comunidades en las que no hay diferenciación social entre sus miembros y que desarrollan una cultura material mueble más bien modesta.

Poco sabemos de cómo y dónde vivían los primeros pobladores que levantaron y emplearon estas construcciones funerarias. Se trataría de una población que, posiblemente, practicaba una economía basada en la agricultura itinerante o el pasto de los rebaños, y que viviría en viviendas improvisadas, como cuevas o grutas naturales, o en cabañas hechas con materiales efímeros que no se han conservado.

Período de las navetas de habitación - Naviforme

Imatge A lo largo del segundo milenio aC se consolida el modelo de ocupación del territorio y empiezan a aparecer los primeros asentamientos estables. Son pequeñas agrupaciones de cabañas, las llamadas navetas de habitación o naviformes, que se levantan sin ningún tipo de planificación previa y que, con toda probabilidad, corresponden a viviendas unifamiliares. Son estructuras en forma de herradura alargada, con los muros de doble paramento hechos con piedras de tamaño medio y con piedras pequeñas, con la puerta de acceso orientada al sur y la cubierta hecha de materiales vegetales y barro, que impermeabilizan el espacio interior.

Estos tipos de asentamientos, con un número variable de navetas según cada caso, se encuentran en lugares llanos y sin estructuras defensivas, en promontorios o cabos costeros de difícil acceso y fortificados, y en plataformas sobre los barrancos del sur de la isla , desde donde obtienen un importante control visual del territorio y son fácilmente defendibles. Estos dos últimos tipos de poblados de navetas de habitación pueden indicarnos que en esta época se vive una cierta inestabilidad, sin que se pueda llegar a saber si se trata de la protección frente a un peligro exterior o si el peligro está dentro la misma isla.

Estos pobladores depositan sus muertos en las denominadas navetas de enterramiento de planta alargada, que son el resultado de la evolución en el tiempo de estructuras funerarias de períodos anteriores (los sepulcros megalíticos y las construcciones intermedias entre los sepulcros y las navetas de planta alargada, es decir, las denominadas navetas de tipo intermedio o sepulcros de triple paramento y las navetas de planta circular), y también a las cuevas naturales con cierre con muro ciclópeo. Son en todos los casos tumbas colectivas.

Las comunidades de los poblados de navetas de habitación tienen una organización social igualitaria y homogénea, y sus miembros se relacionan entre sí a través del parentesco, sin que haya centros de poder. Tienen en la ganadería (de cabras, ovejas, cerdos y vacas) el principal medio de subsistencia, que combinan con el cultivo de cereales. Es posible que también practiquen algún tipo de actividad comercial, ya que en algunas navetas se ha constatado el trabajo de la metalurgia; pero practican muy poco la pesca y la recolección.

El talayótico inicial

Imatge A finales del segundo milenio aC, coincidiendo con la edad del bronce final y el inicio de la edad del hierro, las comunidades humanas que habitan Menorca comienzan a experimentar grandes cambios. No sabemos si estos son consecuencia de la propia evolución interna de la población isleña o de la llegada de nuevos contingentes de población. En cualquier caso, se reflejan en el abandono gradual de los pequeños asentamientos de navetas de habitación y su sustitución por poblados de mayores dimensiones, con calles, espacios abiertos y zonas de usos diversos, que se articulan en torno a construcciones monumentales de carácter público en forma de torre: los talayots. Este cambio de modelo de asentamiento se debe a un aumento cada vez mayor de la población y la necesidad cada vez más importante de controlar el territorio a fin de satisfacer las necesidades de una población en crecimiento.

Las dimensiones y el número de talayots que puede llegar a haber en un mismo poblado, así como la extensión de estos mismos asentamientos, pueden indicar una jerarquía entre ellos, con la presencia de núcleos principales que abarcan y controlan amplios territorios, y una serie de poblados más pequeños subordinados a los poblados principales. En cualquier caso, los poblados talayóticos siempre se encuentran en lugares elevados y alejados de la costa, con un buen dominio visual, y hay partes, con una concentración mayor en la mitad sur de la isla, más favorables al cultivo y al aprovechamiento de los recursos hídricos.

La sociedad talayótica, como la precedente, tiene un modelo económico basado en la agricultura y la ganadería. El cultivo de cereales continúa jugando un papel importante, y la ganadería se centra aún en la cría de la oveja y la cabra, y en menor medida del ganado vacuno y porcino, con un incremento de los productos secundarios derivados de los animales domésticos, la introducción de especies nuevas, como la gallina y el conejo, y la casi nula práctica de la pesca y la recolección.

El mundo de los vivos

alt textEl talayot es la construcción más representativa de este periodo. Se puede describir como una gran torre troncocónica construida con técnica ciclópea con piedras del entorno, poco desbastadas y en seco. Al contrario que los talayots mallorquines, los de Menorca presentan formas y tipos muy variados. Los talayots menorquines son de mayores dimensiones que los de la isla vecina, pocos tienen cámara interior accesible al mismo nivel, otros tienen corredores estrechos con rampa, y los más monumentales suelen ser macizos y presentan el espacio de uso en la parte superior.

La aparición de los talayots, en el tránsito del segundo al primer milenio aC, nos indica una ruptura respecto al periodo anterior en cuanto al tipo de construcciones, pero no con la técnica, que entronca con la de aquella fase. La función del talayot es todavía hoy incierta. Las teorías más extendidas son las que defienden que son centros comunitarios de distribución de productos alimenticios en un contexto social de carácter igualitario; elementos de prestigio y poder de las clases dominantes en una sociedad fuertemente estratificada o en proceso de jerarquización; edificios de carácter militar y de control del territorio; o, en una vertiente más simbólica, elementos de cohesión social, ya que su construcción requiere de un esfuerzo comunitario y de una organización del trabajo. En cualquier caso, la variedad de los talayots menorquines puede indicar que tuvieran funciones diversas o que fueron construidos en contextos y momentos diferentes.

Aparte de los talayots, se conocen edificios construidos con técnica ciclópea que se adosan a ellos. Los pocos recintos excavados hoy (Cornia Nou es el más significativo), dejan constancia de que no tienen una función doméstica, sino que son lugares donde se procesan los productos derivados de la actividad agrícola de las comunidades que los utilizan. Por otro lado, disponemos todavía de poca o nula información de cómo y dónde vivían los grupos que construyeron los talayots, una de las grandes incógnitas, hoy por hoy, de la prehistoria menorquina.

El mundo de los muertos

alt textEl mundo de los muertos de la época talayótica se sigue caracterizando por los enterramientos colectivos. A diferencia de los talayots, que se sitúan en lugares elevados, los espacios destinados a usos funerarios se localizan en barrancos, depresiones, acantilados y calas alejadas del mundo de los vivos, y repartidos alrededor de la isla.

En un primer momento se utilizan todavía las navetas de enterramiento, pero se abandonan gradualmente a lo largo de este periodo. La más conocida de estas construcciones es la naveta des Tudons, una tumba colectiva construida con muros de piedra de doble paramento, con técnica ciclópea y en seco. Cuando se entierra un individuo, los restos óseos de los anteriores se decantan hacia las paredes interiores de la naveta, convirtiéndose a la larga un depósito desordenado de huesos y objetos funerarios.

Paralelamente a las navetas de enterramiento, en el transcurso de la cultura talayótica y hasta el final de este periodo, se siguen utilizando las cuevas naturales con cierre con muro ciclópeo en la entrada, situadas en acantilados, barrancos y en zonas alejadas de los poblados. Son tumbas colectivas en las que se practican rituales sólo documentados en Menorca: de la disposición de los cuerpos en posición fetal, atados y envueltos en una piel de animal, a rituales específicos realizados con el pelo de los difuntos, que se tiñen de rojo, se cortan algunos mechones y se meten dentro unos contenedores cilíndricos de cuero o madera. En todos los casos, estas cuevas se convierten en verdaderos osarios, en el que los cráneos reciben un tratamiento diferenciado y que no demuestran un trato preferente y diferenciado entre individuos.

Otros tipos de construcciones funerarias de la época talayótica son los hipogeos de planta sencilla de forma circular u ovalada y, más adelante, los hipogeos con puerta de entrada rectangular y planta más compleja, con presencia de columnas en muchos casos. Es este un modelo que aparece al final de este periodo y se generaliza en el siguiente. En estos tipos de enterramiento se hace evidente una cierta riqueza en los ajuares funerarios, con la presencia de armas y objetos ornamentales suntuosos.

El talayótico final

Imatge Hacia la mitad del primer milenio aC, se producen una serie de cambios en la cultura autóctona de Menorca debido a la creciente jerarquización de la sociedad talayótica y a la influencia que poco a poco van ejerciendo en la cultura indígena las potencias coloniales que en esos momentos luchan por el control del Mediterráneo occidental.

A lo largo de este periodo, los talayots han dejado de construirse, y perviven en los poblados posiblemente como elementos simbólicos del pasado y como hitos en el territorio. Por otro lado, surge un tipo de edificio inexistente hasta entonces, el recinto de taula, una especie de santuario en el que la comunidad realiza ceremonias de carácter ritual y festivo. Este período se caracteriza también por la introducción de la metalurgia del hierro y, sobre todo, por la construcción de murallas en las inmediaciones de ciertos poblados, coincidiendo con la llegada masiva de materiales de importación, especialmente ánforas vinarias y vajilla doméstica procedente de la colonia púnica de Ibiza.

En Menorca no hay indicios claros de que se produzca una colonización púnica en el sentido estricto de la palabra, pero sí se constata la intensificación de un mercado de intercambio comercial. Los materiales arqueológicos que se han ido encontrando en las excavaciones, y la evidencia de la pervivencia de las técnicas constructivas de los períodos anteriores, nos indican que en esta etapa se mantienen las antiguas estructuras ideológicas.

El mundo de los vivos

alt textLos círculos de los poblados corresponden a los últimos siglos de la cultura prehistórica de Menorca. Se trata de un tipo de construcción desconocida hasta entonces, que sufre reformas y cambios en el uso y la distribución de sus espacios interiores hasta las épocas romana y andalusí.

Los círculos son, en rasgos generales, viviendas adosadas unas a otras sin una planificación previa, de planta circular con muros de piedra de doble paramento, con una única puerta de acceso, patio central a cielo abierto y diferentes espacios domésticos a su alrededor con cubierta de materiales perecederos. Asociados a los círculos hay, por una parte, las salas hipóstilas, con cubierta de losas de piedra sustentadas sobre columnas del mismo material, destinadas a almacenes, y también un gran patio de entrada en el que se guardaba el ganado. En los círculos se documentan los elementos necesarios para el desarrollo de la actividad cotidiana de una unidad familiar, entre ellas el descanso, la producción de alimentos, la elaboración de cerámica y tejidos o el tratamiento del cuero y la lana.

Las familias que habitaban los círculos se dedicaban a la cría de cabras para la producción de leche, de ovejas para la obtención de carne, leche y lana, y de vacas y toros especialmente para la obtención de leche y como a fuerza de tracción. También tendrían cerdos y caballos. Al mismo nivel, practicaban la agricultura y, en menor medida, como en los periodos anteriores, la pesca y la recolección eran actividades residuales o secundarias.

La segunda construcción representativa de este periodo es el recinto de taula, el elemento protagonista es la taula propiamente dicha, un pilar vertical situado en el centro del recinto sobre el que se apoya otra piedra colocada en posición horizontal respecto aquél, como una gran T. Las excavaciones arqueológicas realizadas en este tipo de construcción coinciden en la localización de una zona de cenizas y de acumulación de restos de corderos y cabritos al lado de la taula y de una concentración de ánforas rotas a su alrededor, además de fragmentos de vasos de cerámica talayótica y púnica, relacionados con el consumo de los animales. Se cree que en los recintos de taula la comunidad practicaba ceremonias y rituales en los que no faltaban el vino ni el consumo de carne.

El mundo de los muertos

alt textLas navetas de enterramiento formaban parte del pasado y es este el momento en que, a pesar de que se siguen utilizando las cuevas naturales como lugares de enterramiento, se configuran las grandes necrópolis de cuevas artificiales o hipogeos, tanto en la costa como en el interior de la isla. En este último periodo de la prehistoria de Menorca se generalizan las cuevas de gran tamaño con compartimentaciones y detalles funcionales diferentes en el interior.

Estos hipogeos son tumbas colectivas en las que se practican diferentes rituales funerarios. Por un lado, se colocan los cuerpos sobre camillas o dentro de ataúdes de madera acompañados del ajuar funerario, y por otra, están los enterramientos en cal. Tanto en un caso como en otro, los objetos de bronce en los ajuares reducen su presencia en favor de los de hierro. No hay distinciones en el tratamiento de los cuerpos. De hecho, todos los individuos se entierran juntos, sin diferenciación de sexo ni edad, aunque sí se detecta que ciertos individuos tienen ajuares más ricos que el resto.

Los enterramientos en cal viva son una novedad de esta época. La cal se vertía encima del cuerpo y del ajuar para acelerar la consumición de las partes blandas y sanear la tumba. En ciertos casos, parece que se practicaba la cremación colocando previamente piedras calizas o polvo de cal sobre el cuerpo. Entonces, el fuego consumía las partes blandas al tiempo que la piedra se convertía en cal viva y, cuando solidificaba, se depositaban los restos dentro del espacio funerario. Se desconocen las razones por la preferencia de uno u otro ritual, pero todo indica que responde a tradiciones diferentes establecidas en el seno de cada clan familiar.

Romanización y desaparición de la cultura indígena

Imatge Las fuentes clásicas permiten saber de la existencia de los honderos baleáricos como mercenarios al servicio de los ejércitos cartagineses, que resaltan su habilidad y eficacia en las batallas. Ya en el siglo V aC son reclutados para luchar en las guerras greco-púnicas, y en el siglo III aC, en el mismo bando, en los enfrentamientos contra los ejércitos romanos en las Guerras Púnicas, cuando estos comienzan a ganar territorio frente a Cartago y a dejar patente su hegemonía en el Mediterráneo.

Los autores clásicos se refieren a los honderos baleáricos diciendo que cobran sus servicios en monedas que luego gastan en vino y mujeres. En este sentido, se constata que la presencia del vino queda bien documentada en los rituales y las ceremonias religioso-festivas que se practican en los recintos de taula, mientras que las mujeres tienen una significación importante tanto en los trabajos que desarrollan en el ámbito doméstico como por su capacidad reproductiva. Las relaciones comerciales que los menorquines mantienen con los pueblos del Mediterráneo se basa, principalmente, en el intercambio y la transacción de productos, como el vino, el aceite y los objetos suntuarios, a cambio, posiblemente, de los productos que derivarían de la actividad ganadera local.

La derrota cartaginesa en la Segunda Guerra Púnica significa el inicio de la expansión progresiva del poder romano en toda el área mediterránea. Con la conquista y la incorporación de las islas Baleares, en el año 123 aC, a los territorios de la República romana, se desencadena la aculturación gradual de los pobladores indígenas que, poco a poco, van adoptando los estilos de vivir originarios de Roma. De repente la población aún vive en los poblados y continúan utilizando las antiguas necrópolis, donde perduran durante un cierto tiempo tradiciones e ideas de la cultura autóctona; pero la lengua y las costumbres romanas se imponen finalmente en la cultura indígena, que se homogeneiza con el resto de culturas del área de influencia romana.

 
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